Las exigencias energéticas y productivas derivadas de la Revolución Industrial propiciaron que a finales del siglo XVIII la geología se empezara a consolidar como una disciplina científica independiente. La instauración de academias de minería y cátedras universitarias en varios países europeos permitió el desarrollo de las nuevas concepciones y teorías. Pero las asociaciones científicas también desempeñaron un papel fundamental en la creación de una comunidad geológica internacional, fomentando la difusión del conocimiento, los intercambios y encuentros. Así, tras la fundación de la pionera Geological Society of London en 1807, Francia creó la suya propia en 1830 y comenzó a publicar un boletín, que se convirtió rápidamente en un instrumento esencial para el desarrollo de la nueva ciencia. Guillermo Schulz (1805-1877) se formó como ingeniero de minas en la alemana Georg-August-Universität Göttingen. Tras ejercer la profesión durante cuatro años en las explotaciones de plomo de Almería, en 1830 se incorporó a la administración española como comisario de minas. Aparte de sus tareas facultativas, en 1832 la superioridad le encomendó elaborar una memoria y un mapa geognóstico de Galicia, y dos años después de Asturias. Para poder mantenerse al día de los rápidos avances experimentados por la geología, en 1833 se incorporó a la Société Géologique de France. A ella remitiría en primicia los resultados de sus investigaciones, así como varios de sus artículos.
Con ello pretendía contribuir al progreso del conocimiento, así como atraer la atención de posibles inversores extranjeros. Schulz también colaboró con la asociación presentando a nuevos miembros.